viernes, 25 de octubre de 2019

TEXTOTECA

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Muchas cosas podréis encontrar en esta dirección para celebrar el Día del libro, que celebramos hoy 23 de abril.

https://espana.googleblog.com/2020/04/celebra-el-dia-del-libro-con-google.html
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Ana, del Aepa de Fuensalida aporta sus reflexiones sobre esta época de confinamiento , en el Día del Libro. Gracias.

Un día amanece, pero ya no es como los demás. La vida se ha detenido. Suenan campanas de muerte y el espíritu se congela, el ánimo está frío. Una sombra acecha que ayer no se sentía, el mundo está en un revuelo, algo se acerca. ¿Qué puede ser tan malvado que tantas vidas se lleva la vida, tan frágil como el cristal, que cuando sientes su crujido se conmueve hasta la célula más íntima de tu ser? Y después la calma, el silencio, el pensar en las cosas simples, las pequeñas cosas que pasan desapercibidas y ahora resultan tan valoradas: el sol, un paseo, un abrazo y hasta una sonrisa que tan escondidas están.
Cuando vuelva la rutina, no quiero volver a olvidar, que las cosas grandes las dejamos pasar y es que hoy me detuve a pensar.

Ana (educación de adultos) Fuensalida


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Un texto de la alumna de 4º de ESPAD , del Aula de Fuensalida,  Carmen Pérez Manzanares. Gracias.



SIEMPRE AMANECE

Amanece gris, plomizo, como muchos días en Abril, cae una leve llovizna,
pero no moja a nadie, salvo a las calles desiertas, a los árboles
susurrantes, henchidos de vida, mientras deshojamos el calendario.
Cae la lluvia y rebota en los cristales colmados de arcoiris, desde donde
miles de ojos miran la vida pasando silenciosa, lenta, abotargada de
incertidumbre, de deseos, miedo y futuro incierto.
Sopla el viento, y en su canto se entremezclan rumores, palabras que da
miedo pronunciar en alto, habiéndose callado el ruido fuera, salvo el trino
de los pájaros.
Cae el sol, y con su puesta se nos abre el corazón, y nuestras manos se
vuelven mariposas que aletean fuerte, para mandar un mensaje de apoyo
desde los balcones a los guerreros sin lanzas.
Viene la noche y con ella llega la calma, se acaba el murmullo de los
televisores bramando información, nos quedamos solos con el
pensamiento, con la mirada puesta en un mañana que no llega, el sueño
es inquieto, sabiendo que para muchos no lo habrá más, y el corazón llora
mares.
Pero siempre amanece, por más que la noche sea larga, los fantasmas se
desvanecen con los primeros rayos de luz, renace la esperanza, todo se
cubre de rocío para limpiar los malos sueños con alegría, la pesadilla por
suerte no nos alcanza y vemos renacer la vida con cada nueva alta.
Y brillante el astro rey entre la nubes nos calma, nos demuestra que por
más negra y triste que sea la noche, la luz inundará todo y nos devolverá
un mañana.
Carmen Pérez Manzanares, Fuensalida


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Y aquí un texto de Rosa Palomino, alumna de Inglés Básico A2 del Aula de Fuensalida. Gracias. 








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Aquí tenéis tres enlaces interesantes en esta difícil época que estamos viviendo.
Cuidaos mucho y permaneced en casa. Entre todos venceremos al virus


CUIDAR LA CULTURA


SEGURIDAD ES DIVERSIDAD




EL VIRUS SOMOS NOSOTROS




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Un hermoso poema  del escritor uruguayo Mario Benedetti para reflexionar en estos tiempos difíciles de confinamiento por Coronavirus. Ojala este tiempo nos sirva para ser mejores.




CUANDO LA TORMENTA PASE


Cuando la tormenta pase
Y se amansen los caminos
y seamos sobrevivientes
de un naufragio colectivo.

Con el corazón lloroso
y el destino bendecido
nos sentiremos dichosos
tan sólo por estar vivos.

Y le daremos un abrazo
al primer desconocido
y alabaremos la suerte
de conservar un amigo.

Y entonces recordaremos
todo aquello que perdimos
y de una vez aprenderemos
todo lo que no aprendimos.

Ya no tendremos envidia
pues todos habrán sufrido.
Ya no tendremos desidia
Seremos más compasivos.

Valdrá más lo que es de todos
Que lo jamás conseguido
Seremos más generosos
Y mucho más comprometidos

Entenderemos lo frágil
que significa estar vivos
Sudaremos empatía
por quien está y quien se ha ido.

Extrañaremos al viejo
que pedía un peso en el mercado,
que no supimos su nombre
y siempre estuvo a tu lado.

Y quizás el viejo pobre
era tu Dios disfrazado.
Nunca preguntaste el nombre
porque estabas apurado.

Y todo será un milagro
Y todo será un legado
Y se respetará la vida,
la vida que hemos ganado.

Cuando la tormenta pase
te pido Dios, apenado,
que nos devuelvas mejores,
como nos habías soñado.


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En este enlace os dejo información muy interesante sobre la mecenas Teresa Enríquez que da nombre a nuestro CEPA

https://elpais.com/cultura/2020-04-05/la-ciudad-que-sono-una-mujer.html
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Hoy,1 de abril de 2020,  os dejo dos bellos poemas de Antonio Machado.

Es primavera, es abril y la naturaleza nos brinda con sus aguas mil. Es un poema tan bellamente descriptivo que se nos muestra como una auténtica fotografía de lo que igual hoy no podemos ver con los ojos, pero que sí podemos rememorar o soñar.
Viajemos, desde casa, al campo castellano con Machado.


Son de abril las aguas mil.
Sopla el viento achubascado,
y entre nublado y nublado
hay trozos de cielo añil.
Agua y sol. El iris brilla.
En una nube lejana,
zigzaguea
una centella amarilla.
La lluvia da en la ventana
y el cristal repiqueteo.
A través de la neblina
que forma la lluvia fina,
se divisa un prado verde,
y un encinar se esfumina,
y una sierra gris se pierde.
Los hilos del aguacero
sesgan las nacientes frondas,
y agitan las turbias ondas
en el remanso del Duero.
Lloviendo está en los habares
y en las pardas sementeras;
hay sol en los encinares,
charcos por las carreteras.
Lluvia y sol. Ya se oscurece
el campo, ya se ilumina;
allí un cerro desparece,
allá surge una colina.
Ya son claros, ya sombríos
los dispersos caseríos,
los lejanos torreones.
Hacia la sierra plomiza
van rodando en pelotones
nubes de guata y ceniza.


Por paradójico que resulte, hoy que no podemos caminar físicamente más allá de los metros de nuestros hogares o con suerte de nuestros jardines, os invito a leer (y a cantar) este otro poema que nos habla del pasado y del futuro por crear, de nuestra aportación de ayer, de hoy y de mañana a ese futuro.
Hoy que las cosas parecen estancadas, hoy que pudiera parecer que nada está en nuestras manos, hoy que sí podemos pensar y reflexionar sobre lo pretérito y lo que está por venir... podemos intentar el cambio, sacarle provecho a la adversidad y mejorar.

Un poema, como cualquier  obra de arte tiene muchas lecturas y eso las hace universales y personales a la vez. Y esta es mi visión hoy,  de lo que Antonio Machado escribió entones.
Proverbios y cantares (XXIX)
 
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.
Todo pasa y todo queda
Pero lo nuestro es pasar
Pasar haciendo caminos
Caminos sobre la mar
Nunca perseguí la gloria
Ni dejar en la memoria
De los hombres mi canción
Yo amo los mundos sutiles
Ingrávidos y gentiles
Como pompas de jabón
Me gusta verlos pintarse de sol y grana
Volar bajo el cielo azul
Temblar súbitamente y quebrarse
Nunca perseguí la gloria
Caminante son tus huellas el camino y nada más
Caminante, no hay camino se hace camino al andar
Al andar se hace camino
Y al volver la vista atrás
Se ve la senda que nunca
Se ha de volver a pisar
Caminante no hay camino sino estelas en la mar
Hace algún tiempo en ese lugar
Donde hoy los bosques se visten de espinos
Se oyó la voz de un poeta gritar
Caminante no hay camino, se hace camino al andar
Golpe a golpe, verso a verso
Murió el poeta lejos del hogar
Le cubre el polvo de un país vecino
Al alejarse, le vieron llorar
Caminante, no hay camino, se hace camino al andar
Golpe a golpe, verso a verso
Cuando el jilguero no puede cantar
Cuando el poeta es un peregrino
Cuando de nada nos sirve rezar
Caminante no hay camino, se hace camino al andar
Golpe a golpe y verso a verso
Y golpe a golpe, vero a verso
Y golpe a golpe, verso a verso
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Aquí os dejo la reflexión que una alumna del AEPA de Fuensalida me ha enviado y que me da permiso para compartir.






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Tras una semana de confinamiento por el Coronavirus os dejo alguna reflexión de autores famosos que nos vendrán bien para sobrellevar esta situación que esperemos dure poco.
QUEDÉMONOS EN CASA Y MANTENGAMOS  EL  ÁNIMO OPTIMISTA.



"Sábete Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas; porque no es posible que el mal ni el bien sean durables , y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca".

Don Quijote de la Mancha , de Miguel de Cervantes

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Hoy, 18 de febrero es el Día Internacional del síndrome de Asperger. En Internet he encontrado este poema que quiero compartir con vosotros.



YO SOY


Soy raro, soy nuevo.

Me pregunto si tú también lo eres.
Oigo voces en el aire
veo que tú no, y eso no es justo.
Yo no quiero sentirme triste.

Soy raro. Soy nuevo.

Pretendo que tú también lo seas.
Me siento como un niño en el espacio exterior.
Toco las estrellas
y me siento fuera de lugar.
Me preocupa lo que puedan pensar los demás.
Lloro cuando la gente se ríe, hace que me encoja.

Soy raro. Soy nuevo.

Ahora entiendo que tú también lo eres.
Yo digo: "Me siento como un naúfrago".
Sueño con el día en que eso esté bien.
Trato de encajar.
Espero algún día hacerlo.

Soy raro. Soy nuevo.


Poema de un niño con Asperger. Benjamín Giroux (10 años)




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Aquí os tenéis un poema breve pero precioso que nos ha enviado una compañera de Adultos Lola Claudia Alonso. Bonito para celebrar el "Día de los enamorados", aun mejor para celebrar cada día.



QUIÉREME ENTERA

Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra...
Si me quieres, quiéreme negra
y blanca. Y gris, y verde, y rubia,
y morena..

Quiéreme día,
quiéreme noche...
¡Y madrugada en la ventana abierta!...
si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda....O no me quieras!



Poema de Dulce María Loynaz, poeta cubana
Enviado por Claudia Lola Alonso, profesora de Educación de Adultos en Bargas.





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HÉROES CONTEMPORÁNEOS

         Paseando por San Sebastián me llamó la atención el busto de un tal "Aita Mari". Había una inscripción explicativa en euskera. Busqué información y comprendí el por qué de que esa imagen y ese nombre se repitiera en distintos lugares de la ciudad. Así que comparto la humanidad y la valentía de este hombre con vosotros.



 
 
JOSÉ MARÍA ZUBÍA CIGARÁN, conocido como Mari o Aita Mari (Zumaia, Guipúzcoa, 18 de marzo de 1809 - San Sebastián, 9 de enero de 1866) Fue un marino y pescador que se convirtió en un héroe popular en el País Vasco por los salvamentos marítimos que realizó. Tras su muerte se convirtió en un símbolo de los pescadores vascos y especialmente de aquellos puertos con los que estuvo más relacionado: San Sebastián y Zumaia.

José María Zubía nació en la localidad costera guipuzcoana de Zumaia en una modesta familia de pescadores. Desde pequeño se dedicó a faenar en la mar. En su juventud, hacia 1830 se enroló en un mercante que comerciaba con América, lo que le permitió ganar algo de dinero. Hacia 1850 con el dinero que había ahorrado compró una lancha de pescadores y se estableció como patrón de pesca de bajura en el puerto de San Sebastián. Por aquel entonces la pesca de bajura se realizaba en pequeñas embarcaciones a vela y remos conocidas como chalupas.

Fue en el desempeño de su trabajo como patrón donde comenzó a hacerse famoso en San Sebastián y la Costa Vasca por la ayuda que prestaba desinteresadamente a otros compañeros en situaciones difíciles durante las tormentas que sorprendían en la mar a los pescadores. Su lancha siempre estaba dispuesta para prestar pronto y eficaz auxilio al extraviado y al náufrago. Se hizo especialmente famoso por el rescate que comandó el 22 de julio de 1861 cuando una tremenda galerna se levantó súbitamente en la costa guipuzcoana. Desde la ciudad se vio como una lancha había naufragado y 4 de sus tripulantes se debatían entre la vida y la muerte. Sin embargo, las enormes olas hacían que nadie se atreviera a salir a socorrerlos. Entonces Zubía formó un bote con nueve voluntarios y se lanzó al rescate de los marineros de la lancha San José. El bote patroneado por Aita Mari logró rescatar a los 3 tripulantes del barco que lograron aguantar hasta que llegó el rescate. Por este acto Aita Mari y sus compañeros obtuvieron la Gran Cruz de la Beneficencia de la Marina.

El 9 de enero de 1866 se desató otra terrible y súbita tormenta y Zubía partió del puerto de San Sebastián en su barco para rescatar a unos pescadores de una chalupa de Getaria que trataba de entrar en la Bahía de la Concha. Cuando había logrado poner a salvo en su bote a todos los náufragos, un golpe de mar le arrastró y desapareció para siempre. La muerte de Zubía ocurrió ante numerosa gente que presenciaba el rescate desde la costa. Ese día fallecieron 38 pescadores por la tormenta.

Las hazañas de Aita Mari y su trágica muerte dejaron una gran conmoción en San Sebastián y en la costa guipuzcoana. Los donostiarras erigieron un busto en el muelle del puerto pesquero donostiarra en honor del pescador para perpetuar su memoria. Este busto fue obra del escultor mallorquín Matheu.

Entre otros, lleva también el nombre "Aita Mari" un barco de rescate humanitario de la ONG Salvamento Marítimo Humanitario que pretende operar en el Mediterráneo. 

Texto tomado de Wikipedia y enviado por Pilar Rodríguez





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Villancicos: origen, historia y curiosidades

Es necesario diferenciarlos con las canciones de Navidad

Durante siglos los villancicos han ambientado el espíritu de la Navidad. Las tradicionales melodías con múltiples adaptaciones, de acuerdo a cada país, recuerdan año tras año el nacimiento de Jesús.

Según ha explicado José Sole integrante del coro Capilla Musical Liberiana de la basílica Santa María de la Mayor, en Roma, entre los cristianos, antiguamente eran más populares los cantos que hacían alusión a la Pascua.

La tradición popular llevó después a que el género musical navideño, no sólo a nivel litúrgico, alcanzara una enorme producción y creatividad.

En castellano la palabra villancicos deriva del término «canción de villa». En inglés en cambio, se les denomina «carols», que viene del francés caroler, que significa bailar haciendo ronda.

En España, especialmente en Castilla, los villancicos surgieron en el siglo XV. Se le daba este nombre a cantos compuestos por estribillos o coplas cuyo contenido no necesariamente era de carácter religioso. Tres siglos más tarde, comenzó a usarse este género para que el pueblo pudiera meditar sobre algunos episodios de la vida de Jesús.

«Primero los villancicos tenían un ritmo musical muy llano. Luego comenzó a introducirse diversas melodías y comenzaron a agregarse instrumentos»

Villancicos tradicionales

El villancico más antiguo, que registra la historia de la música es «Iesus Refulsit Omnium», (Jesús, luz de todas las naciones) data del siglo IV, y su letra se le atribuye a san Hilario de Poitiers.

El más conocido, en cambio es «Noche de paz». Su título original es «Stille nacht, heilige yach» y fue escrito, podría decirse «accidentalmente» por el sacerdote austriaco Joseph Mohr quien al ver que se había malogrado el órgano de su parroquia, la capilla de San Nicolás, ubicada en la pequeña población de Oberndorf, decidió escribir un canto que pudiera interpretarse con guitarra en la misa de gallo. Fue así como la navidad de 1818 se cantó por primera vez «Noche de Paz», actualmente traducido a 330 idiomas.

Otro de los cantos más conocidos en los países de habla inglesa es «Joy to the World» escrito por Isaac Wats, inspirado en el salmo 98 («Cantad al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas») y cuya música se le atribuye a Federico Hendel, debido a que las partituras coinciden en varias partes del canto con su célebre obra «El Mesías».

Por su parte, en Italia el villancico más conocido es «Tu scendi dalle stelle» (Tu bajas de las estrellas), escrito por San Alfonso María de Ligorio. Mientras que en Francia está «Il est ne le divin enfat», «Ha nacido el divino niño», traducido al inglés en varias versiones.

Según José Sole en España los más conocidos son «Campanas de Belén», mientras que en la región meridional está «Los Peces en el Río».

En Latinoamérica cada país tiene sus propios villancicos y diversas maneras de interpretar los cantos de navidad universales. En Argentina está «Vamos Pastorcitos» y el «Huachito Torito», en Venezuela «Mi burrito sabanero», en Perú «Llegaron ya», un canto a los reyes magos, en Panamá «Dime niño de quién eres». En Colombia, por su parte está «Tutaina tuturumaina» y en Honduras,»Caminando por Tegucigalpa». Son típicas de Ecuador las tradicionales posadas, un canto que cuenta cómo María y José buscan un lugar donde el Niño Jesús pueda nacer.

Los villancicos originarios de cada país no necesariamente fueron escritos allí, muchos son adaptaciones de cantos españoles como el caso de «Antón tiruriru», muy conocido en Colombia, que es en realidad la adaptación del villancico catalán «La pastora Caterina»

Según José Solé hay algunos villancicos que tienen disputas de sus orígenes. Por ejemplo el «Noel 10 dacquine», se dice que es francés. mientras que los catalanes se lo atribuyen a ellos con el nombre «El Desembre Congelat».

Popularmente se conocen más los cantos que hacen alusión a la Navidad que aquellos que se refieren al Adviento, a veces por ello durante este tiempo se cantan canciones que hablan del nacimiento y no de la espera del niño Jesús como litúrgicamente debería ser.

Según Sole esto se da debido a que los cantos de Adviento son poco conocidos. El cuarto domingo de Adviento, explica, se acostumbra cantar el «Magníficat», dentro de las diversas interpretaciones musicales del himno.

Aunque el sentido de los villancicos es el de «elevar el espíritu de la Navidad», como lo afirma José Sole, muchos de ellos hablan de elementos culturales de esta época del año y dejan de lado el nacimiento de Jesús: «Una cosa seria un villancico y otra es la canción de Navidad. Cuando se habla de Navidad es la natividad de Jesús, no de otra cosa. Evidentemente todas estas cosas son sólo el acompañamiento y han hecho que muchas veces se pierda el sentido, incluso del mismo Papá Noel o del árbol, que tienen una razón de ser».

«La verdadera música de Navidad en cambio, te acerca más a Dios y hace que tengas un corazón más elevado», concluye José.

Por Carmen Elena Villa





¿Quién escribió el primer villancico?



La expansión de los villancicos abarca varios siglos y es una mezcla de prácticas religiosas y populares.


1.Antes del desarrollo de los villancicos alegres y familiares, se cantaban himnos latinos solemnes y de una teología muy profunda durante las liturgias navideñas.

La costumbre de cantar en Navidad se remonta a las primeras celebraciones conocidas de la Navidad, del siglo IV, pero estos himnos carecían del tono alegre de los villancicos actuales. Uno de los himnos navideños más antiguos es el himno de la Iglesia Latina Veni, Redemptor Gentium (Ven, redentor de la tierra), escrito por san Ambrosio, obispo de Milán (340-397).
...


Los primeros himnos eran densos, solemnes y muy teológicos; comunican las doctrinas de la Encarnación y de la Redención, pero no sirven para describir la escena -como hacen los villancicos- de la realidad humana del nacimiento de Cristo, completada con la presencia de los pastores, los coros de los ángeles y la ternura del amor de la Madre hacia el recién nacido.

2. En el siglo XIII, la espiritualidad de san Francisco de Asís, comenzó “el espíritu de los villancicos” que celebraban la sencilla humanidad del nacimiento del Niño Jesús.

Muchos, erróneamente, atribuyeron los primeros villancicos a san Francisco de Asís, que tenía una particular devoción al Niño Jesús, pero no hay villancicos conocidos cuyo autor sea san Francisco. Lo que sí introdujo él fue el belén, la escena navideña. .....

Por esta razón muchos atribuyen a san Francisco el “espíritu de la Navidad”(......)Este santo sí escribió Psalmus in Nativitate (Salmo para el día de Navidad), que habla del nacimiento del Niño “que yacía en el pesebre porque no tenía sitio en la posada”. Sin embargo, el primer villancico no se escribiría hasta después de su muerte.

Se dice que los franciscanos que seguían a san Francisco escribieron los primeros “villancicos”, que se diferenciaban de los antiguos himnos cristianos en que se escribían en el idioma del lugar y trataban la escena de la Natividad y al mismo Cristo con una cálida familiaridad. Los versos llaman al Niño Dios “nuestro dulce y pequeño hermano” y usan diminutivos afectivos refiriéndose a Cristo como “muñequito”, “pequeñito” y “Jesusito”. (..)

Otro santo, el fundador redentorista Alfonso María de Ligorio (1696-1787), escribió uno de los villancicos más famosos de Italia y más allá: Tu Scendi Dalle Stelle (Tú desciendes de las estrellas). El villancico, que tradicionalmente se canta en Nochebuena en el Vaticano, sigue fielmente el “espíritu navideño” iniciado por san Francisco (...)

John J. Boucher, director asociado para la evangelización de la diócesis estadounidense de Trenton y organizador de un famoso festival de villancicos populares destacó que “siempre que ha habido un gran despertar espiritual parece que se hayan escrito mejores villancicos que en épocas anteriores. Normalmente se da un movimiento real del Espíritu Santo en la cultura, y se puede observar que aparecen nuevos villancicos o versiones de algunos antiguos”.

Boucher también explica que la mayoría de los villancicos tienen una “historia mezclada”: las letras se escriben de forma separada de la música, y la unión de las mismas en un villancico “representa la unión de múltiples autores”. La música que se usa para muchos villancicos, señala, se toma de la cultura secular: “Esto refleja el ingenio de la Iglesia católica para tomar lo que está en su cultura, bautizarlo y convertirlo en católico”. La música usada para ¿Qué niño es este?, por ejemplo, se tomó de Greensleeves, que era una canción de bar en Inglaterra.

3. El género del villancico se expandió con el tiempo por toda Europa, y se define vagamente como una canción de sentimiento religioso, escrito a menudo en lengua vernácula, que se acompaña por una melodía secular, popular o informal.

En inglés, la palabra usada para este tipo de música navideña es carol, que viene del antiguo francés carole, una danza circular de orígenes paganos que se remonta al siglo XII. En francés, sin embargo, este género es conocido como Noël, que también es la palabra con la que se designa la Navidad. En italiano, el género se conoce sencillamente como canto di Natale o canto natalizio. En España recibe el nombre de “villancico,” y en portugués vilancete. El “villancico” toma su nombre de un tipo de música popular de la Península Ibérica durante los siglos XV al XVIII. En esa época, los villancicos se escribían para una serie de fiestas como la Inmaculada Concepción, la Ascensión, el Corpus Christi y la Asunción, pero hoy el villancico hace referencia sólo a la Navidad.

En el siglo XIV, varios villancicos, siguiendo la tradición de los italianos escritos por los franciscanos, comenzaron a aparecer en Alemania. Recibían el nombre Weihnachtslied. (...)

En 1816, el padre Joseph Mohr escribió Stille Nacht! Heilige Nacht (Noche de paz), que fue cantado por primera vez en la Nochebuena de 1818 acompañado por la música compuesta por Franz Gruber. Este villancico es una canción de cuna para recién nacidos que le dice al “Niño santo, tan dulce y suave” que “duerma en paz celestial”. Este villancico es tan apreciado, que es uno de los más cantados en el mundo y ha sido traducido a más de 140 idiomas.

El villancico inglés vivió su edad dorada entre los siglos XV y XVII, como recoge Edith Rickert en Antiguos villancicos ingleses 1400-1700 (Duffield and Company, 1910). Se conocen unos 500 villancicos escritos en ese periodo, la mayoría de los cuales hablan de la Madre de Dios y del niño Jesús. Al principio, se intentaba que los villancicos se parecieran a los antiguos himnos latinos. (...) El villancico trata muchos temas comunes, como el papel de los pastores en la historia de Navidad, describiendo la escena de “una profunda noche fría de invierno” y la historia de los Tres Reyes que “continuaron, día y noche” buscando al Niño Jesús. El villancico también menciona “el pesebre con el buey y la mula” y Cristo Niño “carente de ropa” y “en un pesebre entre el heno”.

En Francia, el Nöel surgió en el siglo XV y, al igual que los villancicos ingleses, apareció al principio en latín mezclado con la lengua vernácula. 

En España, Juan López de Úbeda, Francisco de Ocaña y José de Valdivielso fueron los principales autores de villancicos en los siglos XVI y XVII. Uno de las canciones más populares del mundo hispano parlante es Los peces en el río, cuya letra habla de lo que hace María al dar a luz al Niño, y los movimientos de los peces en el río. Otro villancico muy popular es En el portal de Belén.


La Navidad está aquí mismo y con ellas las vacaciones escolares. Por qué no leer en estos días qué autores escribieron sobre esta celebración. Aquí te dejo información al respecto. Qué la disfrutes.




Los autores que escribieron a la Navidad
La relación entre la literatura y las fiestas navideñas viene de lejos, aunque se intensificó a lo largo del siglo XIX.

Un año más, Dickens vuelve a casa por Nochebuena. Su ‘Canción de Navidad’ es el clásico literario de estas fechas, como ‘Qué bello es vivir’ es la referencia cinematográfica inevitable.

Pero para que quede claro que el regreso de Charles Dickens no es una casualidad, sino que debe considerarse más bien un ‘eterno retorno’, Alianza Editorial relanzó  sus ‘Cuentos de Navidad’, una edición que incluye no sólo su célebre Canción, sino otras cuatro historias ambientadas en estas fechas. Y la misma editorial ha publicado este año ‘Cuentos victorianos de Navidad’, que recoge no sólo historias suyas sino también de autores como Anthony Trollope, Charlotte Riddell, Juliana Erwing, Wilkie Collins y el mismísimo Arthur Conan Doyle, que acude a la cita con una historia navideña de Sherlock Holmes.

Pero tanta es la popularidad de Dickens, y tan grande su impacto y su asociación con estas fiestas, que son muchos los que le atribuyen la invención del ‘espíritu navideño’, o, al menos, de la variante más moderna de tal expresión festiva. Se trata de una indudable exageración, si bien no puede ocultarse el papel fundamental que el escritor británico jugó en el renacimiento de la fiesta. Especialmente en las sociedades anglosajonas, en las que el protestantismo no veía con buenos ojos convertir en celebración religiosa el nacimiento de Cristo. El novelista, al ofrecer una versión de la fiesta ‘humanística’ -no estrictamente teológica, aunque sin excluir lo sobrenatural- ofreció un camino alternativo para la Navidad, que se vio reforzado por su inmenso éxito popular. El acierto de Dickens fue mantener el sentido del asombro y de la sorpresa, propio de la celebración original cristiana, así como su reivindicación de la humildad frente a la soberbia, y el poder transformador del acontecimiento navideño, y adaptarlo a un mundo en el que la fe religiosa había dejado de ser una realidad que debía darse por supuesta. Y en el que, en caso de darse, no tenía por qué interpretarse de un único modo. La gran virtud del clásico navideño de Charles Dickens es que puede ser disfrutado por públicos muy diversos, y todos ellos encontrarán sobrados elementos para el gozo y la diversión.

Quentin Blake, en el prólogo a la edición de Nocturna, explica que el mayor logro del novelista británico fue ser capaz de crear, a sus 31 años, un relato moderno capaz de incorporarse con naturalidad al gran acervo de la tradición de los cuentos de hadas, fábulas y leyendas, privilegio al alcance de muy pocos narradores. «Quería, en la pudiente Inglaterra industrial de la época, hacer algo que conminase a ser generosos, y a preocuparse por los pobres y menos afortunados», explica Blake.

El también novelista Chesterton, en uno de sus ensayos incluidos en ‘El espíritu de la Navidad’ lo explica de este otro provocador modo: «Lo importante en la vida no es mantener un sistema continuo de bienestar y compostura (cosa que se puede hacer endureciendo el corazón o la cabeza) sino mantener vivo en uno mismo el poder inmortal del asombro y la risa, y una especie de reverencia juvenil. Es por eso que la religión siempre insiste en los días especiales, como la Navidad, mientras que la filosofía tiende a despreciarlos». Y apostilla: «A la religión no le interesa la felicidad de un hombre, sino que le interesa si está vivo, si sigue siendo capaz de reaccionar de una manera normal ante las cosas nuevas, si pestañea ante una luz cegadora, o se ríe cuando le hacen cosquillas. Eso es lo mejor de la Navidad, que es una felicidad sorprendente e inquietante, un consuelo incómodo».

Remontarse al siglo II

Con ser importante el papel de Dickens, lo cierto es que la relación entre la Navidad y la literatura es muy abundante y se remonta muy atrás. Podríamos incluso situarla en el siglo II, cuando el filósofo neoplatónico Celsio se inventa un cuento según el cual Cristo es hijo de una campesina adúltera y un soldado romano llamado Pantero, tal y como recuerda Marta Salís en el prólogo de su recopilación de relatos navideños ‘Cuentos de Navidad. De los hermanos Grimm a Paul Auster’.

Pero no es el único antecedente. A partir del siglo XI surgen los autos de fe, muchos de los cuales representan escenas de asunto navideño. En España, el Auto de los Reyes Magos, del siglo XII, está considerado nuestra obra teatral más antigua y todavía hoy se representa, sin perder el carácter popular que siempre tuvo.

E incluso antes surgen los villancicos, que son, a un tiempo, música y poesía popular. José Luis Alonso Ponga y José Luis Chacel, en ‘Ecos de Navidad’, explican que la canción navideña más antigua que se conoce está fechada en el siglo IV: ‘Jesús refulsit ómnium’, de San Hilary de Poitiers, con una estructura musical próxima al canto gregoriano. No obstante, en el siglo XVI los villancicos derivarán hacia fórmulas musicales más próximas a los que conocemos. De esta fecha datan las primeras colecciones de textos y partituras recopilados en colecciones como el ‘Cancionero de Upsala’, el ‘Cancionero de Palacio’, el ‘Cancionero de Medinaceli’ o el ‘Cancionero de la Colombina’.

Otros relatos, como la ‘Leyenda mayor’, de Tomás de Celano, son también esenciales para configurar la fisonomía actual de la Navidad. En esta biografía de San Francisco de Asís, Celano cuenta cómo montó el primer belén viviente de la historia, en Greccio, en 1223, y el milagro que lo acompañó: en un momento de la celebración, durante la Misa del Gallo, San Francisco tomó una imagen del niño Jesús en sus manos y ésta cobró vida durante unos momentos. El gesto, y el impacto popular de los pesebres, como recordatorio del Nacimiento de Cristo en la pobreza, fueron decisivos para que el belenismo tomara asiento popular.

Santa Teresa y San Juan

La poesía barroca tampoco eludió el argumento navideño, como muestra ‘¡Navidad, Navidad! Antología literaria’, en el que Fernando Carratalá recopila textos de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Lope de Vega o Sor Juana Inés de la Cruz, junto a otros escritores españoles más modernos y contemporáneos (Rubén Darío, Borges, Machado, Cernuda, Salinas, Guillén...). La santa viajera resume de este modo el acontecimiento: «Danos el Padre / a su único Hijo / hoy viene al mundo / en pobre cortijo. / ¡Oh gran regocijo / que ya el hombre es Dios! / no hay que temer, / muramos los dos». Y San Juan de la Cruz condensa en esta estrofa el trueque que se produce en el momento de la encarnación: «el llanto del hombre en Dios / y en el hombre la alegría, / lo cual del uno y del otro / tan ajeno ser solía». La alegría como el regalo que la Navidad le hace al hombre.

Con todo hay que reconocer que es en el siglo XIX, justamente cuando el tema navideño se desliga del enfoque confesional, cuando se produce un auténtico momento de esplendor literario. Antes incluso que Dickens, habría que mencionar a Washington Irving, quien, en ‘Historia de Nueva York según Knickerbocker’, elaboraría una figura de San Nicolás que ya anticipa algunos rasgos de su futura mutación en Santa Claus: su aspecto bonachón y su afición a desplazarse en un caballo volador y a repartir regalos. El teólogo Clement C. Moore en ‘Un relato sobre la visita de San Nicolás’, compuesto inicialmente para consumo doméstico, pero finalmente publicado con gran éxito popular, convierte el caballo en un trineo de renos. Con todo, la imagen definitiva del personaje la elaborará el ilustrador Habdon Sundblom, en 1931, dentro de una campaña publicitaria de Coca Cola. Él es quien fijó la estética definitiva del personaje que luego hemos visto repetida mil veces en películas y dibujos.

Crítica social

La estudiosa Marta Salís constata que la Navidad ha inspirado, a lo largo de la historia, «una variedad sorprendente de estilos y de tonos», entre los que no faltan «ni el humor, ni la lobreguez, ni la crítica social, ni la fantasía, ni lo más tremendo». El contenido de su antología ‘Cuentos de Navidad’ es una demostración de tal aserto pues incluye relatos de los hermanos Grimm, Hoffman, Andersen, Dostoievski, Maupassant, Stevenson, Chejov, Hardy, Clarín, Valle-Inclán, Pirandello, Joyce, Pardo Bazán, Chesterton, Auster o Truman Capote, entre otros muchos escritores. No todos los novelistas juegan a favor de la Navidad; a menudo la fiesta es utilizada como mera referencia, o como elemento de contraste, o como excusa para propiciar una reflexión irónica, o una crítica social. Incluso puede usarse para la crítica de la superstición, como en la breve novela ‘Nochebuena’, de Nikolai Gogol, también reeditada justamente en estas fechas.

Con todo, los relatos más inequívocamente navideños tienen en común ser historias de transformación, fundamentalmente moral, casi siempre acompañadas por algún elemento mágico o sobrenatural. Este tipo de relatos, asegura Salís, son muy representativos «de la visión de la Navidad como una oportunidad para reconsiderar y rehacer la vida, una ocasión especial para cambiar». Algo que está ya en la médula de la ‘Canción de Navidad’ de Dickens, de una forma especialmente brillante, lo que quizás explique su permanente vigencia.







Aquí os dejo un texto enviado por Miguel Briones, profesor de Lengua del Cepa, a quien doy las gracias por su colaboración.  El texto fue escrito escrito por García Márquez.

 

LA MUJER QUE ESCRIBIÓ UN DICCIONARIO


Gabriel García Márquez


Hace tres semanas, de paso por Madrid, quise visitar a María Moliner. Encontrarla no fue tan fácil como yo suponía: algunas personas que debían saberlo ignoraban quién era, y no faltó quien la confundiera con una célebre estrella de cine. Por fin logré un contacto con su hijo menor, que es ingeniero industrial en Barcelona, y él me hizo saber que no era posible visitar a su madre por sus quebrantos de salud. Pensé que era una crisis momentánea y que tal vez pudiera verla en un viaje futuro a Madrid. Pero la semana pasada, cuando ya me encontraba en Bogotá, me llamaron por teléfono para darme la mala noticia de que María Moliner había muerto. Yo me sentí como si hubiera perdido a alguien que sin saberlo había trabajado para mí durante muchos años. María Moliner —para decirlo del modo más corto— hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana. Se llama Diccionario de uso del español, tiene dos tomos de casi 3.000 páginas en total, que pesan tres kilos, y viene a ser, en consecuencia, más de dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y —a mi juicio— más de dos veces mejor. María Moliner lo escribió en las horas que le dejaba libre su empleo de bibliotecaria, y el que ella consideraba su verdadero oficio: remendar calcetines. Uno de sus hijos, a quien le preguntaron hace poco cuántos hermanos tenía, contestó: «Dos varones, una hembra y el diccionario». Hay que saber cómo fue escrita la obra para entender cuánta verdad implica esa respuesta.


María Moliner nació en Paniza, un pueblo de Aragón, en 1900. O, como ella decía con mucha propiedad: «En el año cero». De modo que al morir había cumplido los ochenta años. Estudió Filosofía y Letras en Zaragoza y obtuvo, mediante concurso, su ingreso al Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios de España. Se casó con don Fernando Ramón y Ferrando, un prestigioso profesor universitario que enseñaba en Salamanca una ciencia rara: base física de la mente humana. María Moliner crió a sus hijos como toda una madre española, con mano firme y dándoles de comer demasiado, aun en los duros años de la guerra civil, en que no habla mucho que comer. El mayor se hizo médico investigador, el segundo se hizo arquitecto y la hija se hizo maestra. Sólo cuando el menor empezó la carrera de ingeniero industrial, María Moliner sintió que le sobraba demasiado tiempo después de sus cinco horas de bibliotecaria, y decidió ocuparlo escribiendo un diccionario. La idea le vino del Learner's Dictionary, con el cual aprendió el inglés. Es un diccionario de uso; es decir, que no sólo dice lo que significan las palabras, sino que indica también cómo se usan, y se incluyen otras con las que pueden reemplazarse. «Es un diccionario para escritores», dijo María Moliner una vez, hablando del suyo, y lo dijo con mucha razón. En el diccionario de la Real Academia de la Lengua, en cambio, las palabras son admitidas cuando ya están a punto de morir, gastadas por el uso, y sus definiciones rígidas parecen colgadas de un clavo. Fue contra ese criterio de embalsamadores que María Moliner se sentó a escribir su diccionario en 1951. Calculó que lo terminaría en dos años, y cuando llevaba diez todavía andaba por la mitad. «Siempre le faltaban dos años para terminar», me dijo su hijo menor. Al principio le dedicaba dos o tres horas diarias, pero a medida que los hijos se casaban y se iban de la casa le quedaba más tiempo disponible, hasta que llegó a trabajar diez horas al día, además de las cinco de la biblioteca. En 1967 —presionada sobre todo por la Editorial Gredos, que la esperaba desde hacía cinco años— dio el diccionario por terminado. Pero siguió haciendo fichas, y en el momento de morir tenía varios metros de palabras nuevas que esperaba ver incluidas en las futuras ediciones. En realidad, lo que esa mujer de fábula había emprendido era una carrera de velocidad y resistencia contra la vida.


Su hijo Pedro me ha contado cómo trabajaba. Dice que un día se levantó a las cinco de la mañana, dividió una cuartilla en cuatro partes iguales y se puso a escribir fichas de palabras sin más preparativos. Sus únicas herramientas de trabajo eran dos atriles y una máquina de escribir portátil, que sobrevivió a la escritura del diccionario. Primero trabajó en la mesita de centro de la sala. Después, cuando se sintió naufragar entre libros y notas, se sirvió de un tablero apoyado sobre el respaldar de dos sillas. Su marido fingía una impavidez de sabio, pero a veces medía a escondidas las gavillas de fichas con una cinta métrica, y les mandaba noticias a sus hijos. En una ocasión les contó que el diccionario iba ya por la última letra, pero tres meses después les contó, con las ilusiones perdidas, que había vuelto a la primera. Era natural, porque María Moliner tenía un método infinito: pretendía agarrar al vuelo todas las palabras de la vida. «Sobre todo las que encuentro en los periódicos», dijo en una entrevista. «Porque allí viene el idioma vivo, el que se está usando, las palabras que tienen que inventarse al momento por necesidad». Sólo hizo una excepción: las mal llamadas malas palabras, que son muchas y tal vez las más usadas en la España de todos los tiempos. Es el defecto mayor de su diccionario, y María Moliner vivió bastante para comprenderlo, pero no lo suficiente para corregirlo.


Pasó sus últimos años en un apartamento del norte de Madrid, con una terraza grande, donde tenía muchos tiestos de flores, que regaba con tanto amor como si fueran palabras cautivas. Le complacían las noticias de que su diccionario había vendido más de 10.000 copias, en dos ediciones, que cumplía el propósito que ella se había impuesto y que algunos académicos de la lengua lo consultaban en público sin ruborizarse. A veces le llegaba un periodista desperdigado. A uno que Ie preguntó por qué no contestaba las numerosas cartas que recibía le contestó con más frescura que la de sus flores: «Porque soy muy perezosa». En 1972 fue la primera mujer cuya candidatura se presentó en la Academia de la Lengua, pero los muy señores académicos no se atrevieron a romper su venerable tradición machista. Sólo se atrevieron hace dos años, y aceptaron entonces la primera mujer, pero no fue María Moliner. Ella se alegró cuando lo supo, porque le aterrorizaba la idea de pronunciar el discurso de admisión. «¿Qué podía decir yo», dijo entonces, «si en toda mi vida no he hecho más que coser calcetines?».




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